Aquí tenéis la primera parte de este viaje por el Canal del Duero

En la etapa anterior habíamos llegado hasta Sardón de Duero y ahora lo dejábamos atrás. Proseguimos entre el canal y el río por un buen camino, firme y seco, en el que sigue habitando una frondosidad extrema suavizada hoy por la niebla.

Sardón de Duero, Valladolid
Atrás dejamos Sardón de Duero

El Canal sigue encajado en su trinchera y, hasta aquí, sigue haciéndo solamente la función de transporte de aguas sin que apenas encontremos tajeas que lo sangren. La N-222 se acerca al río y podemos escuchar el rumor molesto del tráfico.

En nuestro caminar van apareciendo algunas infraestructuras propias de la instalación. Sobre estas se adaptan pasarelas que mejoran la seguridad del paseante a consta de quitarlas parte de su encanto añejo. Primero encontramos un ensanche con una trampilla que nos parece un desagüe de limpieza; después el aliviadero de Esboral que con sus cuatro compuertas sería capaz de vaciar por completo el canal y, finalmente, el acueducto sobre el Valcorba en Puente Hinojo.

Aliviadero de Esboral, Canal del Duero
Ingenios en el aliviadero

Puente Hinojo debió ser un entrañable lugar de recreo hace algunos lustros. Tenía lo necesario para ello: un arroyo entre pinares, puentes, manantiales y, el no va más cuando no había piscinas, que era la propia caja pétrea del acueducto del canal donde tanta gente se bañaba. Un pequeño paraíso donde era suficiente tener un 600 para acercarse hasta allí con la merienda.

Área de Puente Hinojo, acueducto del Valcorba
Y el arroyo Valcorba bajo el Canal

Bajo el sólido acueducto el Valcorba entrega sus aguas al Duero. Lo hace entre una auténtica selva de zarzas. Si te atreves a franquearlas puedes llegar hasta el mismo borde del Duero en un lugar que se muestra ancho, hermoso y sosegado al ser retenido por una presa reciente en el pago del Pesquerón que no alcanzamos a ver.

El sendero se estrecha y nos movemos entre la penumbra que el dosel vegetal deja pasar hasta que llegamos al puentecillo de San Millán. Ahora es el río el que se aleja por nuestra derecha generando una ancha vega que el Canal comienza a regar.

El Canal en la dehesa de Peñalba, Villabañez
Un paseo sugerente

Seguimos y entramos en la Dehesa de Peñalba. Aquí el canal y el rio juegan a tocarse; el río se va retorciendo y el canal sigue tramos rectos con el camino fortalecido con motas cuando ambos se aproximan. El paseo por la dehesa nos parece más hermoso si cabe. A los álamos, pinos y carrascas se unen algunos quejigos que aportan su color ocre a la paleta invernal.

Canal del Duero en la Dehesa de Peñalba
Colores de invierno en el Canal del Duero

Sobre los tejados de la colonia de chalets vislumbramos la torre de la iglesia de Peñalba de Duero. Su aguilucho se yergue como pináculo sobre una cubierta cuyas maderas van cediendo al tiempo, Más adelante, son los cortados de margas de colores los que caen a plomo sobre el Duero y después, el azud de Villabañez, un antiguo y entrañable lugar de baños como lo fue Puente Hinojo. Hemos tratado de acercarnos hasta los restos del puente que unía la dehesa con Peñalba pero tapias, fincas y espesura nos lo han impedido.

Acueducto sobre el Duero, aguas del Duero sobre aguas del Duero
El gran acueducto desde el Duero

El Canal sigue, y nosotros con el. Acaban las viviendas y comienzan algunos viñedos modernos y prestigiosos. El Canal se acerca al río pero… ahora ya no lo rozará. Ahora lo cruzará por medio del acueducto. Aunque no lo podemos ver debido a más vallados y prohibiciones, el Canal pasa a la ribera derecha por medio de un puente metálico de armadura que soporta la canalización a diez metros sobre el mismo río.

Las señales del desafortunado GR-14 nos desvían hacia el río y, hasta el llegamos dando aquí por finalizado este tramo. Seguiremos en el siguiente capítulo justo al otro lado del Duero por tierras de Tudela de Duero.

 

Canal del Duero II

Aquí tenéis una parte del paseo que yo hice: Recomiendo solamente seguir el Canal

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