Estos días me he acercado hasta el Tormes, el rio más caudaloso de toda la margen izquierda del Duero. Baja de Gredos entre bolos y gravas formando numerosas islas y realizando extrañas contorsiones en su viaje hasta la Almendra donde reposa en un gran embalse antes de reunirse con el Duero.
Comencé esta excursión en Encinas de Abajo. Buscaría el puente de Alba para cruzarlo y recorrer tierras del mítico Bernardo del Carpio, imaginar aquel castillo e imaginar también sus desvelos de caballero andante… y errante.
Yo como simplón caballero rodante comienzo mi aventura por caminos titubeantes que me llevaron a graveras y maizales segados de los que tuve que escapar por la carretera y así conseguir llegar al moderno y animado Cilloruelo y, desde allí, hasta la complicada y pantanosa desembocadura del rio Almar; un pequeño paraíso para garzas y cormoranes del que salí con las botas empapadas de rocíos.
Traté de cruzarlo, pero el rio Almar no estaba para vadeos ni otras bromas. Así que junto al el seguí hasta el puente-acueducto del canal de Babilafuente por donde pude cruzar. Desde allí, junto al canal ahora vacío, llegue hasta el Azud de Villagonzalo. Una presa que distribuye aguas para riego y electricidad creando un embalse ancho y escaso de riberas que inunda la vega de Alba de Tormes.
Frente a mi, al otro lado del río, se levantaban imponentes los cerros pelados de la meseta de Carpio, insistentes e insolentes parecían esperar mi visita.
Hermoso lugar elegiste Bernardo, aquí, junto al Tormes, para desafiar a tus ingratos y soberbios reyes.
Y yo a Alba llegué tras visitar el altozano de Amatos de Alba. Una suave y fina lluvia caía sobre los brazos del rio mientras cruzaba por la isla Garcilaso.
Remonto la cuesta del Otero hasta la ermita. Las Tierras de Alba se muestran amplias y vacías y entre ellas sigo hacia Palomares de Alba un lugar en el que se encuentran más recuerdos que ilusiones.
Caballero generoso, valiente y desesperado, desposeído de padres, ¡Cuan respetado debiste ser por estas extremaduras vacías! …
Desde Palomares, bajo la discreta lluvia, encaro directamente hacia el vértice Carpio. Me preocupan los barros pero afortunadamente respetan las ruedas y puedo seguir sobre la hierba que cubre el camino. A pie y exhausto consigo llegar al cerro y pasear por sus cantiles salpicados de carrascas, disfrutar de la meseta y sus vistas, de Carpio y su castillo y, de nuevo del Azud azul de Villagonzalo con el rio plateado frente a mi .
Cuando llego a Carpio Bernardo me encuentro con el mismo Bernardo sobre la fuente, hierático y en doloroso gesto, parece reclamar su fortaleza. Cuatrocientos estorninos posados sobre los chopos desnudos, como las almas de tus guerreros medievales, corean antiguos cantares de gesta.
Subo hasta el castillo. Lo que veo, que no es demasiado, tiene más de 1000 años y debajo seguramente habrá restos más antiguos. Entre cantiles de arenisca tallados el escenario de la Peña de la Traición cuenta leyendas o quizás realidades caballerescas de lances y torneos .
Yo ya me cansé de subires. En un cómodo bajar Llego a Villagonzalo y me asomo al Tormes. De nuevo represado y sin vega, pero ancho y hermoso, mostrándome sutiles reflejos vibrantes de los chopos de enfrente que bien podrían ser descomunales gigantes encantados.
Adiós caballero Bernardo me despido de tus campos y de tus tristes cuitas. Cuida a Durandal, tu espada. Yo abandono ya estas justas… Sigo con mi bicicleta…
Tomo una senda junto al rio; la del coto de pesca. Es muy baja y temo que esté inundada por la crecida. Tampoco es cómoda; arenas, gravas y árboles caídos estorban mi avance pero, con fortuna, me permite llegar hasta los caminos firmes de las graveras de Francos, el Nuevo y el Viejo, dejando atrás la magnífica selva inaccesible en que se convierte la ribera.
Sigue suave la lluvia cuando un rayo de sol asoma en el horizonte al caer la tarde. Ahora recorro Nuevo Francos y Francos Viejo, localidades de Machacón .
De nuevo llego a Encinas de Abajo, recojo mi bicicleta y sus barros en el coche y emprendo el regreso haciendo una parada en la playa de Huerta. La encuentro serena, llena de azulones y adornada con los últimos rayos de sol que asoman bajo las nubes oscuras. El rio Tormes sigue, inexplicablemente se tuerce, dobla bien el codo, y marcha hacia Salamanca dejando tras de si la historia de aquel legendario héroe.
Aquí os dejo la ruta de wikiloc