Bueno, tanto como la “Gran Travesía” de las Vencías… la verdad, no fue. Quizás “Una Gran Travesía” sea suficiente.
Se trataba de recorrer unos cuatro kilómetros del río Duratón saliendo en canoa desde San Miguel de Bernuy hasta la presa de Las Vencías y regreso. ¡Una gran travesía! ¿no?
Ya conocía el lugar por una de mis rutas en bicicleta y ya en aquel momento me quedé con las ganas. El Duratón es un río atractivo como pocos y a ello hay que sumarle la tranquilidad y el frescor que te ofrecen sus aguas; además de las sensaciones que ahora iremos contando.
Río abajo, hasta el embalse
El calor de las cinco de la tarde de julio quedó disipado al acercarnos al río y tras las pertinentes indicaciones del monitor partimos del puente bajo la carretera. Las aguas ya mansas debido a la retención del embalse y la canoa, muy dócil, hacían que la actividad fuera extremadamente relajante. Aun así nos quedaba la duda de si llegaríamos hasta la presa… aunque tampoco importaba demasiado.
El río en esta parte es bucólico. Bajo la canopia de su ribera se rema con calma siguiendo sus meandros. Sonidos de cantos pajariles, chapoteo de remos y los saludos de cortesía con las embarcaciones con las que te cruzas es todo lo que se escucha.
Cruzamos el viejo Puente de Piedra y mas adelante su sorprendente Molino Grande, recientemente rehabilitado para la hostelería. A medida que avanzamos la confianza crece y la ribera arbórea va dejando paso a los increíbles farallones que el Duratón ha excavado en la roca a lo largo de su existencia. Los buitres nos sobrevuelan con su característico vuelo elegante y algunas ruinas se suceden.
Poco a poco el río se abre y se calma más si cabe. Ahora remamos en el mismo embalse de las Vencías y varias playas y chiringuitos animan el perímetro.
Alboroto en la presa de las Vencías
No animamos, vamos bien y el paseo es encantador. Seguimos otro kilómetro hasta la presa. Algunas curvas más y se divisa. Numerosas embarcaciones merodean por su entorno. Algunos grupos de adolescentes, disfrutan temerariamente de sus rocas y edificios.
La presa es estrecha pero tiene más de treinta metros de altura que son aprovechados para generar electricidad. Nos asomamos al borde y aunque te sientes seguro no puedes evitar la sensación de vértigo. Sobre el edificio de la central una joven se lanza desde más de diez metros de altura, sus amigos la graban, es admirable. Otros saltan desde otras alturas y edificios, desde rocas; otros pescan con exasperante tranquilidad y muchos juegan y se divierten. Resulta un auténtico parque temático: Agua en Verano.
Un baño en la Playa
Nos alejamos de tal tremolina juvenil, la tarde va cayendo y el sol proyecta sus sombras contrastadas sobre las paredes. Llegamos de nuevo a la zona ancha del embalse y varamos la canoa en una animada playa.
Parece un regreso al pasado que bien conocí cuando esto era lo habitual: bañarnos en nuestros ríos.
El agua está cálida y suave, el suelo es arenoso y… ni una ola.
Tras baño, refresco y reposo decidimos regresar sin prisa. Ahora remamos corriente arriba pero no hay diferencia, con apenas esfuerzo la barca remonta.
Ermitonas, San Pedros y San Martines
Cuando cruzamos de nuevo las hoces del río estas se presentan con vestidos dorados que se reflejan simétricamente en el río.
Aparecen de nuevo los restos de algunos edificios medievales, a la izquierda los San Pedros y San Martines y a la derecha otra ermita. Un fresno, justo en la orilla, nos ayuda a desembarcar con alguna pirueta. Damos un pequeño paseo por los restos arruinados de estas antiguas Ermitonas amuralladas. No hace mucho que acaba de caer un paño de sus escasos muros hacia el embalse y así irán los demás. Son los vestigios de aquella reconquista cuando no había, como ahora tampoco, alianzas de civilizaciones.
Tras tirar una fotos embarcamos de nuevo. El río se va estrechando y pierde profundidad; de nuevo el molino y los puentes.
En sus islitas carrizos y espadañas dan cobijo a otros seres y el agua cálida y quieta permite alfombras de ranúnculos en flor. Vamos llegando sin el sol, Las Vencías se convierten de nuevo en río, ya todo es sombrío bajo el dosel arbóreo que nos cubre y la temperatura desciende, además vamos algo mojados. Llegamos, es hora de ducha y cervecita.
Toda mi niñez y mi juventud veraniegas en Carrascal del Río.