Comenzamos este paseo invernal pedaleando entre las callejas de Hontoria de Valdearados cuando se desperezaba. Por el emblemático puente Canto, sobre el Aranzuelo, lo dejamos en busca de la Cañada Real Segoviana.
Por la Real Segoviana hasta Huerta del Rey
Comenzamos cuesta arriba y eso nos permite entrar en calor. En el Cerro de la Horca encontramos la ancha cañada con camino firme y seco. Las vistas son espléndidas y enseguida distinguimos las oscuras Peñas de Cervera, el pico San Millán y el Urbión, estos últimos nevados.
La Cañada Real Segoviana fue hasta no hace mucho una auténtica autopista para el ganado que se movía entre las dehesas de Badajoz y la sierra de la Demanda en un rítmico fluir de enormes rebaños en busca de alimento. Su trazado es tortuoso; busca los páramos más abruptos y desolados evitando en lo posible los pueblos y la agricultura.
Ahora, este tramo, lo encontramos poco agredido y con evidentes signos de pastoreo local. Antaño eran cintas vacías en las apenas podía crecer la hierba por la fuerte pisada del ganado. Con el abandono de la ganadería trashumante la cañada se perdió como tal y observamos una ancha y serpenteante cinta verde copada de sabinas que crecen a su aire convirtiéndola en un alargado bosquete.
Recorremos kilómetros de soledad y silencio a medida que el sol se levanta sin calentar. Observamos sus vestigios: sus tenadas, algún chozo arruinado y sus desgastados mojones que evidenciaban el camino. Sobre la rama de una sabina seca, un grajo se desgañita graznando quizás llamando a su invisible pareja o … riéndose de nosotros como apunta mi compañero.
Con cierta perseverancia y esfuerzo conseguimos subir por la misma cañada hasta el Llano Muela. Asomados a los riscos pudimos observar la comarca de la Ribera entera y algunos de sus pueblos.
La bajada no fue más fácil, hubo que tirar de habilidad y precaución a cambio de disfrutar de un sin fin de toboganes que nos colocaron entre un cerrado bosquete de mata de encina. Estas dieron paso a albares y negrales. Finalmente el descenso hasta Huerta del Rey. Habíamos cambiado la Ribera por la Sierra.
Rodeamos el Alto de San Cristóbal
En Huerta del Rey nos encontramos con el joven rio Arandilla, algunas columnas traídas de Clunia adornan un paisaje molinero pero, sobre todo, es la imponente Fuente de los Caños la que nos impresiona. Entre los cimientos de unas viviendas, el agua que baja de los riscos cercanos, sale a presión por sus potentes caños que no dan a basto y las aguas han de rebosar por donde pueden. En el centro una cabeza indeterminada, tallada sobre la piedra, sufre la tortura de la gota eternamente mostrándonos un gesto de sufrimiento.
Poco más arriba, otra curiosa fuente se marca como el inicio convencional del rio Arandilla. Una ermita, y merendero dan al paraje un bucólico aspecto. En los alrededores de la fuente encontramos algunas impresionantes surgencias que alimentan al rio.
Nos encaminamos hacia el Oeste. Al llegar a Las Navas, tomamos un camino que rodea la serrezuela de San Cristóbal para llegar hasta Arauzo de Miel. Es un paraje pinariego, solitario y hermoso; entre las sombras permanecen aún nieves y charcos helados. Por el contrario, cuando hay claros iluminados por el sol, los profundos barrizales nos obligan a un esfuerzo extra.
Poco a poco llegamos hasta el collado desde donde observamos un bonita panorámica de Arauzo de Miel. Su iglesia prominente destaca entre una cuidada arquitectura rural con humeantes chimeneas.
Y bajamos por el Aranzuelo
Después de los sacrificios por cañada y monte ahora deberíamos de disfrutar de un final en suave descenso bajo un Sol que se ha impuesto a las nubes. Así pues, buscamos el valle del Aranzuelo para regresar a Hontoria.
Por sus apacibles laderas fuimos encontrando molinos y un espectacular roble. Después nos asomamos a la balsa de Arauzo de Salce que regula el caudal del rio y, en la misma plaza mayor del pueblo, encontramos otra hermosa fuente de cinco caños y abrevadero que daba vida al lugar.
Seguimos hasta el último arauzo: Arauzo de Torre, allí encontramos otro par de fuentes. Una de ellas, de estilo romano, presume de existir tal como la construyeron y cierto es que, salvo sus feuchos caños de vulgar tubo de cobre, su aspecto no puede ser más armónico.
Junto al Aranzuelo encontramos la ermita de lo Remedios y la fuente de Valdemillar. Ambas velan el cadáver de una vieja olma que en su día tuvo que dar sombra a medio valle.
Junto al rio seguimos, caía la tarde y algunos animales se acercaban a beber; un par de raposos al acercarnos dejaron el agua y cruzaron el camino despavoridos. También los corzos nos mostraban sus colas blancas en sus ágiles rebrincos.
Cerca del final, unos vallados ganaderos nos obligaron a subir al páramo campo a través hasta que dimos con un camino que nos llevó a la BU-923 y esta a Hontoria cuando el sol caía en el horizonte y regresaba el frío.
Aquí os dejo el enlace al mapa y track de wikiloc