Llegamos hasta Casas del Puerto tras descrestar el alto de Villatoro en el medio de un esplendoroso paisaje de suaves cumbres nevadas. Allí mismo preparamos las bicicletas para comenzar nuestra excursión por el valle alto del Corneja.
Frente a la sencilla iglesia de Santiago encontramos una bonita y curiosa fuente de granito –como casi todo por aquí–. Su caño, aún de bronce, surtía agua fresca que vertía en un pequeño abrevadero donde un par de pececillos de color rojo vibrante nadaban haciendo garabatos.

Comenzamos el camino pero enseguida nos detuvimos a saludar a tres simpáticos borricos que se asomaron a su vallado para vernos pasar. Estaban pelinchando y parecían rastafaris de enormes orejas. Creo que entre foto y foto finalmente hicimos amistad.
A partir de aquí rodamos hacia Bonilla de la Sierra. El día nos lo prometieron frío pero no era para tanto y el suelo…, el suelo vaya… demasiado blando para nuestras bicicletas. Esto nos pasaría factura.

Con las vistas impresionantes del amplio valle llegamos a Bonilla, un pueblo monumental; con mucha historia y algún título. Nosotros lo paseamos con calma; sorprendidos por su hermoso pozo, sus fuentes, su plaza y el agua espumosa y veloz de sus arroyos.
Reanudamos la marcha por el camino de Piedrahita, disfrutando de una hermosa dehesa con el telón de las sierras nevadas tras hermosas encinas. Hubo que hacer un alto para contemplar los dos altares vetones que en el camino estaban señalados; vestigios milenarios e inamovibles bien cuidados por el ganado.

Enseguida llegamos a la vega del Corneja junto al estrecho y legendario puente de Chuy. Por el cruzamos un rio que cualquiera diría que acaba de nacer del caudal que llevaba. Junto al cauce seguimos hasta la cañada y por ella a Mesegar de Corneja y después a El Soto. El sol no sólo iluminaba el paisaje si no que nos mantenía entonados; en parte por su calorcillo y en parte por lo costoso de rodar entre los barros tan blandos.

Desde El Soto seguimos hasta San Miguel de Corneja por un bello camino que en algún tramo era compartido por el arroyo del Cuervo y por el que hubo que navegar un trecho. Llegados a San Miguel las vistas del valle se mantenían majestuosas y el pueblo sosegado y vacío no desmerecía. Saludamos a su estilizado berraco y al curioso reloj de sol que encontramos en un muro y al que preguntamos la hora, pero que no acertó a contestarnos. Bueno, nosotros tampoco teníamos prisa.

Aunque arriba las nieves se fundían por momentos el paisaje entre las dehesas de encinas y robles centenarios era majestuoso. El camino firme nos permitió cruzar los pequeños arroyos del Chorrillo, del Tostín y del barranco de Navacavera que bajaban desbocados hacia el Corneja.
Y llegamos a Villafranca de la Sierra de… Villafranca, precisamente. Otra localidad monumental de granito amusgado. De fuentes y árboles. De soportales, puentes y su curiosa y antigua atalaya que devino en plaza de toros. Sobre todo ello se erige un viejo tejo que parece un rey en la localidad.

Nos acercamos hasta La Ribera. Tras pasar frente a la casa de Benjamín Palencia, cruzamos el rio y pudimos observar algún molino de los que tanto puede presumir el rio Corneja. Pero a estas horas el sol caía y había que encontrar el paso por el collado entre el Ruidero y el Cerro Merino.

Subimos con paciencia tras pasar algún portalón que encontramos sin cerrar. Las ruedas seguían clavándose en un barro que –menos mal– no se pegaba. Y así, el ascenso fue lento y cansino bajo el descarado escrutinio de las vacas que nos miraban pasar mientras remugaban.

Cuando llegamos al collado el sol se escondía y con el casi la luz. Cuando esto sucede en la sierra la temperatura cae con brusquedad y así nos toco hacer el último y fuerte descenso, que nos dejo a salvo pero helados, de nuevo en Casas del Puerto.

Preciosa recorrido y muy bien descrito, al paso por San Miguel de Corneja, Federico Sanz nos podría haber dejado una foto de ese curioso reloj de sol.
Gracias María, me alegro que te haya gustado. En cuanto a las fotos… ufff! no es fácil mostrar todo lo que nos vamos encontrando.