…/… Aquí la entrada anterior del Canal del Duero
Lo habíamos dejado jalonando el barrio de Las Flores y pasando bajo la autovía VA-30; iniciando el gran rodeo que describe, su particular arco de ballesta, para encontrar un paso bajo la Esgueva.

Ahora reanudamos aquí el viaje junto al canal y llegamos hasta las cercanías del Caserío de Casasola de Esgueva que tantos siglos perteneció al monasterio de San Benito. Después a la carretera de Villabañez junto a la cual se esconde el yacimiento tardorromano de Las Calaveras. De nuevo el canal nos muestra su gracia rural; sus riberas recuperan la escolta de chopos añosos y espigados entre los que apenas entra la luz del Sol.
Así llega hasta la Esgueva. Poco más arriba del lugar llamado antaño Puente la Reina, punto donde se bifurcaba en sus dos brazos principales entre los que se fue estableciendo la villa de Valladolid.

Ahora es verano y el lugar es una fronda. Un sonoro derrame a su izquierda suelta aguas suficientes para que la Esgueva llegue con dignidad a la ciudad. Después el monumental cuerpo elevado con compuertas que regula el sifón y que hace pasar las aguas del canal bajo el río. Al fondo, los páramos del Cerrato entre los que distinguimos el inconfundible —por perfecto— cerro de San Torcaz.
Sigo por el Canal. Ahora solamente dispone de un estrecho sendero en su ribera derecha; las raíces de los chopos buscan las aguas y cortan el sendero. Caminando es fácil, pero en bicicleta es necesario ir atento para no caer al agua. Poco más adelante el camino se ensancha y el paseo, muy tempranero para buscar la fresca, se hace relajante de nuevo.

Al poco aparece el horror. El paraje que debería ser la estrella del canal se encuentra sumido en la miseria y el abandono. Se trata de la Fuente de la Mora. Lo que podría ser un hermoso descansadero para paseantes, un vergel con su manantial para refrescarse en el camino, esta enterrado entre maleza, basura y escombros.
Lo sobrepaso con rapidez. Llevo años lamentando este y otros despropósitos que parece que nadie soluciona.
El Canal se va estrechando a medida que avanza. Los predios adyacentes se surten abriendo sus tajeas para que potentes aspersores lancen con fuerza la lluvia empapando maizales y campos de patata.

Aunque sus aguas van menguando el paisaje vuelve a ser seductor a pesar de estar asediado por las modernas infraestructuras de la ciudad. Por esta zona conserva sus últimos puentes tradicionales de ladrillo rojo y piedra caliza, encontrando el último como paso de la carretera de Renedo. Desgraciadamente sus construcciones adyacentes, sus antiguas casas del guarda y transformadores son ruinas abandonadas.
En su tramo final dibuja una deliciosa curva de nivel serpenteante entre la que aparece un chopo gigantesco y algunos álamos plateados que destacan sobre otros ya enormes. El paseo sigue siendo agradable, de vez en cuando aparecen algunos patos que a mi paso levantan un corto vuelo mientras que los conejos se cruzan por doquier en carreras atolondradas. Ahora pasamos el cruce de la Vereda de Palomares y poco después llegamos hasta el punto donde termina el canal.

Un rebosadero a su izquierda desvía las aguas sobrantes por un albañal hacia el Pisuerga. Finalmente un cuerpo elevado de piedra soporta una robusta atarjea que abre o cierra el paso de agua a la acequia de Santibañez, cuyo inicio, al otro lado del camino, se encuentra 25 m más allá. ¿Por qué?
Pues resulta que estamos en la entrada a Valladolid de un importante ramal de la Cañada Real Merinera. Ésta debería de tener sus 90 varas (75 m) pero el paso se vio menguado probablemente debido a la decadencia de la trashumancia cuando se construyó el Canal.

Observamos la huella del cambio de criterio que hubo con respecto al proyecto inicial; un asunto que puede dar lugar a cierta confusión.
El proyecto inicial se modificó a la hora de su ejecución y, al llegar a este punto, se decidió acortarlo. Desde aquí se llevaron las aguas sobrantes hacia un cuérnago del Pisuerga al final del termino de Valladolid. Por ello observamos como el albañal de desagüe asume las aguas sobrantes para llevarlas hasta el río pasando bajo las vías y la carretera de Santovenia.

Años más tarde se consideró oportuno acometer las obras previstas inicialmente. Y así se construyó la parte que faltaba pero ya con la denominación de «Acequia de Santovenia», diseñada con capacidad para otras 1000 ha de riego. Esta vierte en el Pisuerga entre el puente del ferrocarril tradicional (Príncipe Alfonso) y el nuevo del AVE.
Sigo esta acequia hasta el Pisuerga, veo que sigue manteniendo su cauce a pesar de que aquí vuelve a atravesar polígonos y vías de comunicación. Una enorme desbrozadora la limpia de cardos y acederas dejando los caminos de servicio despejados para los labradores y, de paso, que puedan salir a entrenar los soldados de la cercana base de El Empecinado.
Finalmente consigo acercarme caminando hasta su final, ya metido en el término de Cabezón; hasta el caño de agua sobrante que cae con estrépito al Pisuerga entre la selva de su ribera. Aguas del Duero que los ingenieros han traído al Pisuerga.
Y aquí los enlaces de las diferentes entradas que he ido realizando a lo largo del Canal durante un año, en diferentes estaciones en la que se pueden contrastar las diferencias a través de las fotografías.