Tras aprovisionarnos del exquisito pan de Villalumbroso seguimos carretera hasta llegar a Renedo de Valderaduey. Un pueblecito situado en la “tierra media”. No la de Tolkien, sino la de nuestra Meseta. Lo encontramos entre la Montaña y Tierra de Campos; entre León y Castilla y entre los nacimientos de los ríos La Cueza y Valderaduey. Buscando la fuente del primero nos pusimos a caminar.
Comenzamos subiendo a las rañas. Ya algo tarde el calor apretaba entre nubes pero lo más molesto eran los mosquitos que proliferaban. Aun así, el caminar entre rebollares salpicados de brezo resultaba agradable. Llamaban la atención los prados, muy verdes, en vallejos y hondonadas. Cruzamos una pequeña presa que era un paraíso para las escandalosas ranas que brincaban a nuestro paso. También abundaban azulados caballitos del diablo, algo cada vez menos frecuente.
El busardo de la Cueza
El río La Cueza —arroyo más bien— aquí está bien conformado llevando un pequeño caudal limpio y corriente que se dirige hacia el Carrión atravesando el norte de la Tierra de Campos.
Un lugareño que paseaba en bici al verme tirar fotos me indica arroyo arriba.
— Mira allá, una cría de milano, no vuela, puedes fotografiarla.
Miro hacia donde me dice y efectivamente un ave enorme estaba posada al lado del río, me acerco y no se mueve… me permite tomarle unas fotos y no se inmuta aunque me mira precavida. No le aprecio ningún daño aunque pollo pollo… no parece. Allí lo dejo tranquilo, sus progenitores volverán a por el.
Más tarde, por alguien que parece saber más, me entero de que se trata de un busardo ratonero y que es adulto. Y lo peor: que seguramente le ocurría algo. Lógico, si no fuera así no me hubiera permitido acercarme. Espero que esté bien y yo ya tengo el teléfono de medioambiente para estas ocasiones.
Hacia la Laguna Mayor
Seguimos camino. Las nubes ganaban cielo y el sol se apagaba por momentos pero el bochorno era fuerte. A nuestra derecha, con la vista en la vecina provincia de Palencia enormes campos de centeno aún verde. Por aquí, a más de mil metros de altitud, debe de darse bien.
Seguimos el La Cueza hasta que el agua desapareció del su cauce insinuado. Entre la arboleda del monte se nos apareció una preciosa laguna, que si bien no estaba llena, su zona encharcada ofrecía un magnífico paisaje reflejado en sus aguas oscuras y limpias. Un auténtico oasis que no llegamos a adivinar si es natural o no. ¿Alguien lo sabe?
Al poco encontramos arruinados los corrales de Malasnoches. Un triste nombre y, hasta ahora, ausencia de ganadería por toda la zona, algo que nos llama la atención.
La ermita de San Roque
a la hora del almuerzo llegamos a la ermita con la esperanza de encontrar un atrio fresco y acogedor donde reposar. Lo tenía pero cerrado con un candado.
La ermita es sencilla y está cuidada. Su ábside es románico aunque cuesta acercarse. La maleza que este año abunda, la tiene cercada y su camino de acceso casi ha desaparecido. Aún así nos agrada ver su humilde espadaña, vacía de campanas, sobresalir entre el cereal.
Un rodal cercano de pinos nos acogió. No era la mejor sombra pero era lo que había. En compensación las cervezas aún estaban frías y las viandas en su punto. Un pequeño placer acompañado de diez minutos de siesta que alguno ocupó en quitarse las espiguillas de los calcetines.
Y ahora bajábamos hacia el Valderaduey….
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Para la próxima visita; Casi donde arranca el camino de inicio a la subida de San Roque, a unos doscientos metros a la derecha, está el manantial de Los Caños. Un chorro abundante y fresco, tanto en invierno como en verano, a la sombra de los robles y al aroma de urces y humedales. Pararse al lado del chorro, escuchar su canto y beber después a boca llena, es una magnífica experiencia. Si luego se añade un gran bocadillo de jamón y un buen tinto, mientras se admira el paisaje con la ermita al otro lado en la colina, y se escuchan los pájaros, los grillos y las ranas, el caudal de sensaciones entra por todos los sentidos, el cuerpo y el alma flotan. Todo natural y gratis total.
Que pena de haberlo sabido… Está claro que es imposible ver lo mucho que hay; la próxima vez seguro que paramos. Muchas gracias y saludos
Habéis hecho público uno de mis santuarios favoritos.Espero que personas como vosotros vengan a disfrutar de estos apartados y desconocidos parajes.