Los cerros que rodean la comarca de Peñafiel para Valladolid bien podrían ser sus montañas. Por aquí encontramos los puntos más elevados de la llana provincia algo por encima de los 900 metros. En fin, no parece demasiado, pero también hay que pedalearlos.
Y entre los cerros, como es lógico, encontramos ríos y arroyos: Duero, Duratón, Botijas, el arroyo del Valle, el de la Vega…. Sí, hoy recorremos un auténtico festival paisajístico. Veréis.
Comenzamos en fechas de invierno pero de climatología primaveral, un detalle cada vez más frecuente. Por la cañada Bermeja íbamos ganando altura, después por el camino de El Gitanillo hasta llegar a los corrales de Los Sebellares desde donde pudimos contemplar amplias panorámicas de cerros y valles pardos y blanquecinos que cada vez iban tirando más a verde. Los almendros, ¡cómo no!, dando la nota blanca con sus copas floridas.
Rodábamos por el páramo con bonitas asomadas sobre Aldeayuso y Molpeceres. Primero hasta el pico de las Cuevas, luego El Brujo y finalmente Fompedraza.
Desde Fompedraza entramos en otro páramo, el que separa los valles del Arroyo del Prado y el río Duratón, hasta llegar a las pedregosas Laderas del Tejar y el Pico de la Callejuela donde las vistas sobre los valles de la comarca de Peñafiel son amplias y sorprendentes.
Desde allí encaramos hacia Canalejas bordeando las laderas del valle del Duratón, entre viejos corrales y nuevos viñedos acabamos llegando a uno de los caminos más bonitos y desconocidos de estos parajes. Los crudos pedregales fueron desapareciendo sustituidos por huertas, frutales, prados y fuentes junto a un camino antiguo construido al estilo de las montañas, rebajando las empinadas laderas del arroyo de La Vega. Al fondo el agradable perfil de Canalejas y sus bodegas remataba el cuadro. Remirando el mapa vemos que el lugar se llama Vallehermoso… poco tuvieron que esforzarse los que dieron nombre a este lugar.
Rodeando Canalejas por el Norte visitamos esta vez su caño y lavaderos reacondicionados agradablemente y después llegamos hasta la ermita del Olmar. Allí curioseamos su viejo palomar y sus cuevas con sepulturas antropomorfas excavadas en la roca en un agradable paraje de terrazas ancestrales. Ya puestos nos acercamos también hasta la curiosa Piedra Mediana, que estaba allí, vigilante en su sitio y rodeada de quejigos desnudos. Una piedra caliza que a mi siempre me recuerda al ovni de Encuentros en la Tercera Fase… eso sí. apagado y abandonado.
Bajamos después hasta Torre de Peñafiel, acercándonos hasta el Duratón al que acompañamos algún tramo recorriendo sus riberas entre tierras complicadas que nos hicieron tomar la carretera y, por el el valle, llegar hasta Valdobar; un agradable paraje con parque, ermita de San Roque y puente.
Pero aún había ganas de más y nos acercamos hasta el Duero cruzando por su puente medieval y llegando justo frente a donde el Botijas, otro “río” de Peñafiel, entrega algunas aguas al Duero.