El río Duero bien podría haber viajado directamente desde Tordesillas a Toro con solamente empujar un poquito la hermosa Dehesa de Cubillas. Así San Román de Hornija hubiera sido “de Duero” y el Bajoz hubiera sido tributario del mismo Duero. Sin embargo decidió visitar Castronuño sin importarle el rodeo. Tampoco le importó quedar retenido por el embalse de San José y así ofrecer parada y fonda para numerosas aves viajeras que aquí encuentran el más sosegado de los albergues.

Un paseo por el río

En el Mirador de la Muela, junto a la Iglesia de Santa María del Castillo observamos al Duero rebotar en los tesos para formar un ángulo de 100º. Muy abajo, entre el bosque de ribera, está la diminuta Fuente de la Salud. Si consigues llegar, entre cardos marianos ya secos, ortigas y negrillos caídos, verás una humilde construcción con un pequeño caño que brota de la peña  y se diluye entre los carrizos; el sólo parece que llena el embalse.

Panorámica desde La Muela, Castronuño
Castronuño: una panorámica imprescindible

La ruta que hicimos fue más bien paseo —17 km—, casi da igual en bicicleta o caminando, y puedes aderezarla con múltiples variantes. Nosotros la hicimos en bicicleta para no perdernos la oportunidad de pinchar. Por la vega nos acercamos a la vieja estación abandonada. Después cruzamos cómodamente el puente del ferrocarril *. Desde la otra orilla del río pudimos rodar por la zona de pesca aunque lamentablemente no pudimos ver Castronuño pero si a las carpas dar buenos saltos sobre la estática lámina de agua con alguna garza al acecho. Después llegamos hasta la presa el embalse y a reparar una rueda pinchada.

 Panorámica desde La Muela, Castronuño
Ganas dan de saltar…

Cruzamos de nuevo y nos acercamos a las antiguas playas de aquel famoso “Benidorm de Castilla» en los setenta, ahora descarnadas por el propio río y, sobre todo, por el olvido.

Castronuño
Benidorm de Castilla

Subimos empujando las bicicletas hasta el Mirador del Pino donde debió de asentarse el castro que da nombre al pueblo y nos acercamos hasta el Puente de los Tres Ojos, terminamos paseando por el pueblo y visitando la fuente del Arroyo del Caño. A estas alturas habíamos cruzados tres arroyos y sin mojarnos: El de Mucientes, el del Puente y el del Caño.

Una paseo tranquilo y relajado para disfrutar de pequeños detalles como el cartel de la fuente —¡los años que lleva!— y aún puede leerse grabado en la piedra abujardada:

“— Año de 1909 — SEPROHIBE-LABARENESTAFUENTEBAJOMULTADE 5PESETAS”

Castronuño
Fuente del Arroyo del Caño, Castronuño: Prohibido lavar

Al contrario de la cartelería moderna que indica las rutas o lugares de interés. Ahora prima el diseño y el consumo no la durabilidad. Es el típico material junto al que gustan fotografiarse los políticos en las inauguraciones, cuando son nuevos. Al poco se deterioran por efecto de la intemperie o el vandalismo y los verdaderos usuarios ya no los pueden disfrutar dando además aspecto de desidia y abandono a lo que se pretende realzar.

Y otro paseo por la huerta florida

Descansamos un rato en la fuente y damos cuenta de la inmerecida merienda. Cuando terminamos saludamos a Carlos, un vecino que se acerca al caño a refrescarse después de laborar con esmero su huerta cercana. Nos muestra con orgullo la variedad de plantas que afloran explicándonos como antiguamente se usaban las hojas de las juncias para atar las lechugas en lugar de gomas o rafia. Nos cuenta también la lucha continua contra las malas hierbas como el té silvestre que infesta linderos y almorrones y la preferencia que tiene por el horquín para cavar, en lugar de la motoazada que da menos profundidad a la labor. Ya se nota que es jóven.

Castronuño
Pozo con noria en las huertas de Castronuño

Por allí florecían las patatas, las tomateras colgadas, lechugas espigadas para simiente, pimientos, pepinos, calabacines, judías rastreras, ajos a la espera de su San Pedro** y puerros y cebollas tumbadas por el último nublao. Todo dispuesto en canteros y eras limpias y ordenadas que nos muestran la mancha húmeda de su reciente riego. Pronto proveerán de un buen cestillo de hortalizas para casa

También nos muestra el pozo que da vida al entorno. Un pozo que aún conserva instalada una vieja noria de fundición desvencijada. Insiste en que observemos sus paredes de piedra; algunas con cierta talla, que demuestran que un día de antaño formaron parte de aquel castillo ganado para la paz por sus vecinos. Un pozo de agua somera difícil de agotar en estos huertos familiares que abundan en Castronuño. Al contrario que el arroyo cercano que, según nos cuenta, siempre bajó con agua y ahora solamente cuando hay nublado arrastrando con violencia ramas y arena.

 

NOTAS:

* Ojo al paso por el puente. Hay carteles de prohibido el paso aunque solamente pasan dos trenes al día y con precaución no parece que haya peligro.

 ** «Por San Juan y San Pedro, saca el ajo y planta el puerro»

 

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