Hoy escogimos para caminar una ruta playera. Si, tal como suena. La «praia fluvial da Congida«; una playa con bandera azul en el Douro. Una playa paradisíaca en las costas del embalse de Saucelle, entre los arribanzos, a refugio de los vientos.
Justo en la playa, casi vacía, comenzamos nuestro paseo. Un pequeño barco se ponía a punto a la espera de sus excursionistas, y algunos pescadores echaban la mañana, que no podía ser más serena, junto al río.
Caminamos entre naranjos, almendros y entre campos rebosantes de flores, no en balde estamos en Mayo. Cuando el camino junto al rio se acaba preguntamos a una paseante si era posible subir por un estrecho camino remontando las laderas. Nos mira sorprendida y nos responde en español que nunca lo ha hecho y no sabe… pero, que en todo caso, cuidado con las cobras, no hacen nada pero asustan un poco.
Se refiere a las culebras y lo tenemos en cuenta, la hierba ha crecido y la temperatura es alta; es su momento de tomar el sol.
Subimos despacio, zigzagueando entre los escarpes. A medida que nos elevamos las vistas se hacen amplias y hermosas. Aparecen las viñas cuidadosamente ordenadas en sus bancales imposibles de pizarra partida. Las aves, como las plantas están pletóricas y bueno, “la cobra” no aparece, mejor. Lo que si que aparece con el calor, agarrándose a nuestro sudor, es una molesta nube de moscas que tenemos que espantar con abanicos de escoba.
Tras la trepada llegamos a Freixo de Espada à Cinta, curioseamos la iglesia del antiguo convento de San Felipe Neri y nos adentramos entre sus viejas callejas adoquinadas hasta tomar la carretera que baja a la playa acortando entre algunos caminos. Estas Terras do Douro, como las del Duero, padecen de falta de gentes y, a las que quedan, les sobra edad.
Bajamos junto al arroyo de la Congida cuyo valle da nombre al paraje de la playa. Un auténtico roto en los arribanzos bien aprovechado por los campesinos. Ahora los huertos de naranjos y olivos prevalecen, las albercas llenas distribuyen las aguas y algún tractor con orugas en lugar de ruedas cultiva en los bancales donde aún se mantienen en pie algunos palomares que serán utilizados para otros menesteres.
De nuevo llegamos a la playa, y la recorremos entretenidos. El embalse esta lleno, bien lleno. Los álamos y sauces en la ribera remojan su tronco en el agua, hay cabañas y algunas caravanas que ya no se mueven. También barcas. Una imitación de rabelo permanece amarrado en estado de abandono.
La playa presume de bandera azul y lo merece. Zonas deportivas y de juegos, praderas limpias, duchas y servicios abiertos. Hay chiringuito y aparcamiento y hasta una piscina flotante que garantiza la seguridad para los más tímidos.
Después de la caminata hubo un breve baño; probamos las frías aunque estimulantes aguas del Douro para sentarnos después a almorzar a la sombra de unos chopos bajo su suave nieve de vilanos jugando a adivinar donde saltaría la siguiente carpa.
Y aquí, la ruta de wikiloc, ¡ánimo!