Los tres hombres habían madrugado aquella mañana de domingo del mayo de 1931. Habían quedado en reunirse en lo alto de la Maruquesa para caminar hasta Fuensaldaña y ayudar al pariente de uno de ellos en una bodega. Apenas amanecía cuando liaron el primer cigarrillo observando desde lo alto la rutilante línea del Canal de Castilla. Las barcas reposaban abarloadas en la dársena y en el edificio de dirección acababan de sustituir la bandera que siempre habían conocido por la nueva de la República, algo menos chillona y más colorida; pero sobre todo: esperanzadora.
Entre risotadas y juramentos emprendieron el camino hacia el pueblo a casi una legua. Un camino que para el “Chimenea” y el “Queleque” iba a ser el último mientras que al “Sobas” lo traerian malherido.
Cuando llegaron al pueblo tocaban a primeras de la misa matutina. Se celebraba San Isidro y habría procesión más tarde. En la bodega ya los esperaban con un buen jarro de clarete. Después de algunos lavados, trasiegos y otras labores llegó el rato del almuerzo.
Abajo en el camino la procesión se acercaba. La imagen de Virgen del Rosario acompañada por la de San Isidro y buena parte del pueblo bendecían los campos y ellos, desde el pedestal que ofrecía la media ladera donde se asentaban las bodegas, comenzaron a lanzar infamias e insultos.
La procesión siguió entre la indignación contenida de las gentes del pueblo. Pero ellos ya se habían crecido e insistían a voces en que aquella virgen era una puta.
A la hora del vermú entre un festivo alboroto jugaron a la tanga y bebieron más vino. Desbarraron también de socialismo, de reformas y de amor libre. Proclamas ya escuchadas que no molestaban tanto como aburrían. Lo nuevo y sorprendente era aquel irrespetuoso e innecesario trato a los sentimientos del pueblo que se soliviantaba en silencio.
Los tres tuvieron la osadía de quedarse al baile de la tarde pero allí las distancias eran ya demasiado cortas. No había ya nadie capaz de evitar el choque con los jóvenes del lugar y allí mismo, dentro del estrecho salón, entre voces, amenazas y empellones uno de los forasteros sacó una pistola con la que realizó un disparo cuya bala detonó a la vez el resentimiento popular. Entre casi todos, a fuerza de golpes, navajas y garrotazos acabaron con la vida de dos de ellos y dejaron malherido al tercero que en algún portal pudo encontrar refugio.
Allí, en la plazuela polvorienta frente al atrio de la iglesia, entre gritos ahogados quedaron los dos cadáveres entre alpargatas sueltas, jirones de pana y pañuelos ensangrentados.
¡Que pronto habían dicho adiós a su República… y a su Mariana!
Después llegó el juicio y muchas presiones para la incipiente justicia de aquella joven República. Doce detenidos y un macro juicio con jurado que a pesar de las presiones no encontró motivaciones políticas ya que entre los detenidos estaban representadas todas las clases e ideologías. Al final pocas penas para los condenados que se convirtieron en pocos meses debido a su buena conducta, nulos antecedentes y cárceles atestadas.
El Canal de Castilla siguió con su trajín de barcas y mercancías. Por la carretera blanca habían bajado y subido los vecinos de Fuensaldaña durante todas sus vidas; algunos a trabajar al Canal, otros a vender o comprar al Val y en general a sus quehaceres. Burras, carretas, bicicletas se entremezclaban con el ambiente portuario en una simbiosis amable y natural de gentes humildes de boinas y pañuelos.
Sin embargo, con este hecho desgraciado, durante una buena temporada los vecinos del pueblo tuvieron que llegar hasta Valladolid por la esclusa 42 en lugar de por la dársena para evitar las pedradas y amenazas de vecinos de la Maruquesa.
Y en el horizonte de las gentes moderadas, gentes de bien que acogían con ilusión una forma tan sencilla, lógica y justa de gobierno, aparecía un pánico deprimente al ver con nítida perspectiva la que se iba viniendo encima que no era otra que el triste adiós a aquella esperanzadora República cuando acababa de cumplir su primer mes.
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Siempre decía mi padre: Lo mejor es enemigo de lo bueno. La República, entonces y ahora, sería lo mejor pero …….
Bueno…es tu opinión, que respeto pero no comparto. Otros, como es mi caso, pensamos que la actual Monarquía parlamentaria es mejor para los intereses de todos.
Un ex-republicano.