A lo largo de su curso el río Duero nos ofrece paisajes memorables. Cuando ha descendido de sus montañas viaja despacio por un suave valle que drena la meseta norte. Más tarde se despeña entre Los Arribes para finalizar en el océano después de un placido colofón entre los montes de Portugal.
Es frecuente que en el tramo mesetario: largo y llano, el Duero en su discurrir vaya relajadamente formando meandros al rebotar entre peñas a un lado u otro de su valle. Sobre estas peñas se suelen construir las villas y ciudades. Siendo la otra ladera del valle una cuestecilla suave que alberga fértiles vegas. Tal son los ejemplos de Almazán, Tordesillas, Toro, Zamora, Castronuño y otras. En Aranda es diferente; el valle se ensancha ofreciendo campos despejados en ambas riberas.
Pero cuando el Duero entra en la provincia de Valladolid el valle se estrecha flanqueado por páramos que se acercan hasta que entre las localidades de Peñafiel, Bocos, Curiel y Pesquera el valle se rompe y se ensancha rodeado de cantiles calcáreos desde donde es posible admirar un paisaje diferente.
Aquí, en la comarca de Peñafiel,
el Duero va de un lado a otro de su valle como desorientado. Jalonado de los vallejos abiertos por numerosos ríos y arroyos que aquí vienen a encontrarse y formar lo que podríamos llamar: “La gran Plaza Mayor del Duero”
Esta curiosidad geográfica se ve aderezada por la riqueza cultural y artística de los pueblos mencionados, de su historia y de su paisaje cambiante. Podríamos considerar el castillo de Peñafiel como el emblemático “ayuntamiento” de esta gran plaza, y justo enfrente el castillo de Curiel como la enorme “picota”. Como inagotable caño el mismo río que cruza la plaza entre el jardín que supone su vega verde inundada de nogales, viñas y pinares.
Hemos recorrido numerosos miradores desde donde es posible contemplar el hermoso valle en diferentes horas y estaciones. Tras el esfuerzo de trepar hasta ellos, casi siempre en bicicleta; con niebla, con sol o diluviando nunca defraudan y siempre te hacen permanecer unos momentos admirando e imaginando; admiramos el inmenso vacío de la gran plaza del Duero e imaginamos a los vacceos de Pintia dueños y señores del paraíso deambulando a nuestros pues mientras recuperamos fuelle.
Aquí os mostramos algunos de los miradores visitados:
Mirador de Castillo Viejo: Inestable peña entre los valles del Duratón y Botijas con vistas sorprendentes
Santa María: cantil vertical del páramo entre el Duero y el Botijas
Gurugú: Entre los valles del Duero y del Cuco. Abajo el pueblo de Bocos de Duero, el de menor término municipal de la provincia
La Cuchilla: elegante escarpe entre Curiel y Pesquera, Abajo el Pinar de San Pablo y el camino de Los Aragoneses
Las Pinzas; el más alto (887). Sus enigmáticas oquedades invitan a un peligroso paseo
Pajares: Uno de los cerros entre Padilla y Manzanillo. Parece ser que lo que vemos fue la cantera del asentamiento vacceo de Pintia
¡Ojo con ellos! Como podéis apreciar estos miradores son verdaderos precipicios en los que hay que andar con cuidado. Aquí os dejo el relato de nuestra última ruta en el blog Valladolid rutas y Paisajes