El río Duratón nace en Somosierra y resbala hasta el Duero en Peñafiel tras recorrer 115 km y descender unos 700 m . Es un río con suerte; tiene la suerte de no pasar por grandes núcleos de población y tiene la suerte de tener protegidos algunos de sus tramos por ser espacios naturales. Esto conlleva que sus aguas discurran con alegría y relativamente limpias. Su cauce está regulado por dos embalses utilizados principalmente para la producción de electricidad: el de las Vencías y el de Burgomillodo, además de llenar la pequeña presa de Valdemudarra, en Valladolid, habilitada para el riego.
Amanecer sobre la bici
Tras una buena madrugada me planto en Laguna de Contreras y antes de que el sol apareciera ya me estaba enfrentando a la primera cuesta hacia el lugar de Vivar de Fuentidueña. Busco, sin éxito, la fuente de Turrubiel, quizás ya no exista. Aunque otras inesperadas irán apareciendo en el camino por sorpresa.
La magnífica temperatura, fresca y suave, no hace necesario el cortavientos ni siquiera para descender el cerro. En esta ocasión la suerte estuvo de parte del ciclista y a medida que la mañana avanza las nubes se van relevando para sombrear los caminos.
A partir de aquí me ciño al río por un precioso y firme camino entre las choperas que tamizan los incipientes rayos de sol horizontales. Algún corzo salta sorprendido cuando avisto Fuentidueña. De inmediato comprendo porqué fue la villa de estas tierras en épocas de la extremadura castellana .
Fuentidueña; capital de la Villa y Tierras
Subo y bajo Fuentidueña; en la parte alta su necrópolis y murallas; durante el recorrido; románico, palacio, castillo, casar y bodegas; y ya abajo, el soberbio puente sobre el Duratón en un bucólico paraje.
Presiento que hoy me daré un atracón del dorado románico segoviano.
Aun con todo esto hay que seguir y lo hago ceñido al río hasta la presa de las Vencías donde comienzo de nuevo la ascensión al páramo entre robles, encinas y algún pino. Ya arriba, solamente los luminosos campos de girasoles rompen la imagen agreste. El horizonte lo ocupa difuminado el inmenso pinar segoviano sin que pueda distinguir Somosierra debido a la calima.
Tras descender de nuevo llego a San Miguel de Benuy. Entro por el coqueto puente de San Miguel en un paraje de «río de cuento» en el que además abundan las ofertas deportivas acuáticas, algo que habrá que ir a probar.
Me decido a acompañar al río otro trecho hasta Cobos de Fuentidueña. Por aquí viene ancho, tranquilo y serpenteante generando una esbelta ribera en plenitud; zarzas, olmos y fresnos, y además las frescas y geométricas choperas rellenando meandros y linderos.
Mas la dicha nunca puede ser completa y de repente el paisaje aparece desolado. Pinos negruzcos con sus agujas enrojecidas y el suelo arrasado. El reciente incendio procedente de Navalilla llegó hasta aquí borrando el verdor y la vida, esperemos que momentáneamente.
En Cobos alguien se ha animado a pescar placenteramente en el río y placenteramente también, me imagino que reposan sus muertos en el acogedor camposanto que circunda su «románica» iglesia. Trato de encontrar la fuente de San Benito pero desisto; una tupida alfombra de “pesetas” tapiza los accesos. Aunque parece que están aún en flor, mejor la buscamos en otra ocasión, si es que está.
El páramo ondulado
Comienzo el regreso. Primero vuelta a San Miguel de Bernuy y de aquí vuelta al páramo. Me alejo de río por el camino de Sacramenia despidiéndome de los San Pedros al cruzar el arroyo de la Hacina. Ahora todo es distinto, ruedo a casi 1000 m, el páramo es duro, calizo, con fuertes y bellos lapiaces que hay que sortear. No hay sombra y este rato el sol aprieta. La vegetación se reduce casi a pimpolladas que a duras penas prosperan entre la roca.
Colándome por una grieta del páramo llego a Fuentesoto el mejor lugar para reponer fuerzas y dar cuenta del bocadillo. Una fuente mana entre las entrañas del pueblo. Un cartel en sus proximidades indica que llegó a mover, ella sola, dos molinos.
Y desde aquí a Valtiendas y Pecharomán entre bodegas, magníficos calvarios y siempre, el bello románico segoviano.
Los pueblos encuentran cierta vida en verano, ¡hay niños!. Pero son veraneantes, están con sus abuelos pasando unos días. Irremediablemente siguen decayendo. La ventaja de estos pueblos es que al contar con la piedra como elemento constructivo disimulan mejor su enfermedad de despoblación y casares abandonados. No están tan ruinosos como otras comarcas donde el barro se disuelve en si mismo.
Y así, me planto en Sacramenia
A pesar de los kilómetros y las cuestas me animo yo solo a subir hasta el cerro de San Miguel. Desde su remozada ermita hay un esplendido mirador y mucha historia. Observo como los arroyos del Recorvo y del Pozo se unen y forman el río Sacramenia que a pocos kilómetros llegará al Duratón en Laguna de Contreras. Así que visto desde arriba no tengo pérdida. siguiendo un camino paralelo al arroyo llego de nuevo al Duratón haciendo una última parada en su puente. Un poquito de barro me alivia el picotazo de una avispa despistada que se posó en mi tobillo. Desde ahí hasta donde me espera el coche.
Aquí tenéis algunos datos y el track en crudo (en wikiloc)
Precioso reportaje. Con vuestro permiso, lo comparto en la página de Facebook de La villa de Fuentidueña, para que todos nuestros vecinos y visitantes lo disfruten. Muchas gracias. Me alegro de que pasaras un día tan bueno por nuestras tierras. ¡Siempre bienvenido! Y recuerda que ahora, el día 4 de agosto, celebramos nuestra Tercera Edición de la Noche de Agua y Fuego. Os invitamos a venir y disfrutarlo con todos nosotros. Un saludo. ^_^
Gracias Amigos de Fuendidueña por compartirlo. No se si podre acercarme a esa noche de agua y fuego que suena tan bien pero si que tengo intención de remar por el pantano algún día… Saludos