Desde Braganza… a caminar por Gimonde
Cuando los ríos bajan por sus valles van recogiendo las aguas de sus tributarios, normalmente de una forma alterna, casi ordenada. No es el caso del río Sabor. Un afluente por la derecha del Douro que nace en la provincia de Zamora y a los pocos kilómetros se interna en Portugal recorriendo sus tierras más vacías hasta que llega al Duero en una increíble playa fluvial en Moncorvo.
Pues bien, este río, en la pequeña freguesía de Gimonde, recoge nada menos que a tres afluentes de golpe creando un lugar de ensueño para los amantes del agua. Igrejas, Onor (Malara) y Frio se reúnen bajo un par de bonitos puentes y entregarse así sosegadamente al Sabor.
Gimonde: un lugar así…
invita a recorrerlo con tranquilidad, paseando sin prisa y eso es lo que hicimos. Comenzamos nuestra ruta desde el Puente Mayor, desde allí atravesamos un prado en la margen derecha del Igrejas. Aquí encontramos a Ponte Velha un antiquísimo puente alomado de seis arcos de origen romano.
El ambiente rural se palpaba. Tanto fue así que nos encontramos a una mujer lavando en las frías aguas de un lavadero comunitario (escena que en alguna ocasión también encontramos por España). Algo más adelante una burra preñada pastaba harto tranquila a su aire. El río de Onor e Igrejas se unen en este punto y aunque en el puente, cuando ambos están ya reunidos, indica «Río Igrejas» en numerosos documentos y mapas encontramos el Onor como principal. Pues hacia él nos dirigimos siguiendo su cauce por una agradable campiña que verdeaba por momentos.
Este río, de nombre tan noble y sonoro, por aquí lo llaman también Malara. Sus aguas bajan alegres y limpias haciendo borreguillos entre los aún pelados árboles de su ribera. Así llegamos a un molino en ruinas donde comenzamos una suave ascensión hacia la loma que separa ambos ríos. Una vez en lo alto las vistas sobre Braganza resultaban espectaculares. En el campo, pequeñas plantaciones de viñedo, olivos y castaños bien cuidados amenizaban nuestro camino mientras algunos agricultores retocaban concienzudamente las cepas.
Bajamos una pronunciada cuesta y de nuevo nos encontramos en Gimonde, que ahora pateamos. Una aldea enclavada sobre un cerrillo, bien a cubierto de las avenidas de aguas de cualquiera de sus ríos. Desde su sencilla Iglesia blanca dedicada a la Asunción, en lo alto, la vista es agradable sobre el laberinto acuático y sus puentes.
Y había que comer…
Hubo tiempo de pasear también alrededor del Sabor que aquí se encuentra represado. Se nos presenta ancho, con una buena lámina de agua y una ribera verde salpicada de blancos “pombais” que, al igual que en España, se encuentran en ruinas. Entre las mismas casas y la orilla una nutria se exhibió nerviosa ante nosotros antes de zambullirse ante la amenaza de la cámara.
La pequeña ruta supuso unos relajados 10 km y decidimos quedarnos a comer en la localidad. La verdad es que había varios restaurantes. Entramos en el O Abel, un restaurante sencillo y familiar con una bonita historia de superación escrita en sus paredes. La verdad es que en mi vida he degustado un bacalao a la brasa de esa categoría y con esas lascas. Aunque no llevamos comisión no podemos por menos que recomendarlo, algo que no necesita pues más tarde pude comprobar su fama por la red.
Aquí tenéis un plano y el track en wikiloc