…/… La primera parte de esta ruta en la entrada anterior
Castillejo de Robledo
Teníamos ya ganas de conocer este lugar. Habíamos visitado su cueva de la Virgen del Monte y conocido la historia del lugar. En aquella ruta nos llamó la atención la acogedora ubicación del pueblo pero nos pillaba algo a desmano. Ya se ve que era hoy el momento.
Pero si recordáis el capítulo anterior estábamos en lo del pan y la «falta» de hambre …
Aquí las cosas cambiaron. Amablemente si que nos ofrecieron pan en la Casa Romero pero a alguien se le ocurrió que ya puestos podríamos pedir un bocadillo y así lo hicimos. Pero una cosa lleva a la otra. Así que por qué no también la cerveza y el café… incluso un orujo. Así que toda nuestra preocupación acabó en un pequeño festín entre lo que llevábamos y lo que nos sacaron.
La verdad es que para este agradable viaje no habían hecho falta alforjas.
Recorrimos después —a modo de sobremesa— el pueblo soriano lleno de encanto y de fuentes. Entre arroyos y barrancos surge un peña y sobre ella un libro de historia de moros y cristianos en forma de vieja fortaleza. Sobre las arquivoltas policromadas de su iglesia románica una pequeña y curiosa lámpara de araña ilumina un bello pórtico policromado y junto a las huertas un diminuto puentecillo, hecho con una sencilla tabla de madera asentada sobre un par de piedras y rodeado de adelfillas floridas nos invita a cruzar la reguera del Barranco de la Cueva de la Zorra, uno de los arroyuelos que configuran el de la Nava; precisamente el que venimos siguiendo.
Salimos del pueblo por su barrio de bodegas mientras observamos como decenas de buitres daban cuenta de algo muerto que no pudimos identificar mientras otros muchos nos sobrevolaban.
Visitamos sus bodegas excavadas. Algunas se mantienen a costa de reconvertirse en merendero, otras se muestran abandonadas y curiosamente inundadas. Los lagares son externos, con uno de sus hastiales recrecido a modo de contrafuerte con el fin de fortalecer el punto de apoyo de la viga. Casi todos en ruina y abandonados. Verdaderos tesoros de arquitectura vernácula… ¿imposibles de conservar?
Y subiendo por la fuente de la Tejera salimos del pueblo para seguir recorriendo los montes del arroyo de la Nava en nuestra vuelta hacia Fresnillo de las Dueñas.
La Muela
Llevábamos ya varios montes rodados y aquí encontramos un páramo. Se trata de la enorme meseta de La Muela que finaliza en Cuerno Blanco (1019). Cereal, viñedo y montes se iban alternando y entre ellos la seña de un pasado ganadero que ya ha desaparecido.
Se trata de las tenadas que vamos encontrado por la ruta. Son construcciones ganaderas que servían como cobertizo o majada para recoger al ganado durante la noche, usándose también como parideras o esquileos. Sus techumbres de teja a la segoviana han cedido pero aún encontramos en ellas su delatador entramado de muros en seco, adobe y postes de sabina que nos cuentan donde dormía el pastor y cómo tuvieron que recrecer los muros y cerrar ventanucos para defenderse de los lobos.
Tras recorrer varios kilómetros de monte por un solitario y hermoso sendero llegamos hasta el Recuenco, el lugar por el que había que descender. Cuesta breve pero… ¡en picado!; unos minutos de ciclismo técnico y mucha tensión que dispara la adrenalina: mientras la bicicleta surfea nosotros luchamos con los frenos para no volcar hacia adelante. Finalmente llegamos a la base del curioso Pico Romero donde paramos a tomar fuelle… ¡sí, fuelle de una bajada!
Y el Monte de Fresnillo
El viento ahora estaba en nuestra contra y algunos caminos no se correspondían con los de nuestro mapa, a veces para mejor y otras para mal. Sin embargo el campo estaba ancho, hermoso y el cielo… era una pintura. Atravesamos de nuevo el término de Santa Cruz de la Salceda cruzando sobre la BU-930 por un bonito puente junto a la Cañada Real de Merinas. Así, entre viñedos y rastrojos llegamos al Monte de Fresnillo, el último que habíamos de cruzar en esta aventura.
Tras rodar casi a la deriva encontramos una trocha que nos gustó especialmente y por la que descendimos entre zarzas y carrascas cerradas que nos obligaban a contorsionarnos sobre la bicicleta. Bajamos y bajamos entre aromas de salvias y tomillos para, al final, llegar a donde pretendíamos que era al canal de Guma y después a Fresnillo de las Dueñas. Cuando llegamos caía la tarde aunque aún habría tiempo de visitar sus fuentes, sus ermitas y de un buen partidillo en la plaza.
Y otro punto de vista de la ruta
Gracias por recordar al olvidado y desviado, en Aranda, Arroyo de la Nava.
Echo de menos un croquis de la ruta seguida.
Un saludo.
Gracias Jaime,
en cuanto al croquis precisamente lo tienes en la entrada anterior que cuento la ida. También está en track de wikiloc en ambas entradas. Saludos