Hoy me he acercado hasta El Carpio, en Valladolid. Llevamos un junio atípico, más de una semana lloviendo, a veces en forma de tormenta violenta y otras con calma chicha. La cuestión es que los campos están borrachos.

Entonces ¿el río Trabancos? ¿llevara agua, por fin?

Vamos a ver…

Hacia la Cuadrada

Saco del coche la bicicleta y comienzo a rodar de tarde. La temperatura es agradable por estar nublado, sólo cuando el sol asoma entre alguna nube nos damos cuenta que estamos casi en verano.

El Carpio, Valladolid
Tierras mudéjares entre las campiñas de Medina y la Moraña

Me dirijo hacia el norte entre campos amplios de suaves relieves. Los caminos de buen firme aunque algo pesados para las ruedas. Van apareciendo lavajos: el de la Sartén y de la Nava, están secos y en su entorno solamente sembrados hasta el infinito: cereal, garbanzo, girasol, remolacha…

Llego hasta la Casa de la Cantera en La Cuadrada que cada vez está más desvencijada. A su alrededor la tierra descarnada y hundida nos muestra un laberinto de galerías abandonadas y, en el horizonte, las torres de Alaejos. De aquí se extrajo durante siglos buena piedra caliza y arcilla blanca que lucen los adobes de los pueblos del entorno. Cuentan que también se utilizó para la clarificación del vino de la Nava dándole así su especial carácter.

Nava del Rey, cantera de la Cuadrada
Cantera de «La Cuadrada»

Desde aquí me dirijo al encuentro del cauce del Trabancos, incluso a su arboleda de ribera le cuesta prosperar. Aparece el río y… sigue seco como era de esperar.

¡Un charco en Castrejón!

El río Trabancos apenas recibe aguas de escorrentía. Asentado sobre un falla, su margen derecha es relativamente alta y abrupta lo que hace que solamente tenga tributarios por la margen izquierda de suave pendiente. Además, su cauce, para mantener humedad necesita de la aportación del acuífero de los Arenales para la saturación de su lecho y eso ya no es posible, la sobre explotación de los regadíos ha hecho que el nivel del acuífero baje demasiados metros.

Charco en el río Trabancos
¡Un charco!, suficiente para jugar

Ante esta decepción anunciada sigo mi camino hacia Castrejón. En el pueblo encuentro que en el cauce del río hay un charco. Allí juega un niño apaciblemente en el mismo lugar en que Wellington y su estado mayor tuvieron que desenvainar su espada recta y «vadearlo» con dificultad ante el acoso de la caballería francesa que aquí perdieron su oportunidad en los preámbulos de la batalla de Arapiles.

Fresno el Viejo, Valladolid
Cementerio en Fresno el Viejo

Sigo camino hacia Fresno el Viejo acompañando al río que por aquí dispone de buenas alamedas. El pueblo está bien animado y yo me tomo un descanso y un café junto a la iglesia mientras repaso en mis notas las norias y los molinos que junto al río había.

Río Trabancos en Fresno el Viejo
El Ferrocarril Medina-Salamanca cruza el río Trabancos

Al retomar la ruta hacia el sur, paso junto a la ermita de la Soledad y, más adelante, se muestran los restos de un azud. Aquí debió de estar ubicado el molino de Faustino por final del XIX; de dos piedras y 3,5 m de salto y, algo más adelante, el puente del ferrocarril de Medina-Salamanca. El paisaje se hace más variado y entre los cultivos aparecen pinares que al salir de la provincia de Valladolid y entrar en la de Ávila se convierten en encinares con algún alcornoque salteado.

Almendros y viñas entre pinos y encinas

Los caminos apenas tiene tránsito. Cuando tomo el de las Gargantas los jaramagos se me enredan en las ruedas y cuesta pedalear. Al doblar una curva, de repente, se levanta una bandada de avutardas. Cuento unas 25, vuelan con elegancia frente a mi hacia hacia el otro lado del río. Una bonita escena que me paro a contemplar.

Dehesas junto al Trabancos
Dehesas junto al Trabancos en Madrigal de las Altas Torres

Y así, junto a la autopista de arena que parece el río, dejo atrás el caserío de Villa Luz que ahora en su abandono luce también modernos grafitis y me adentro unos kilómetros en la provincia de Ávila por el término de Madrigal de las Altas Torres, hasta la Casa de los Queireles. Por la «orilla» opuesta emprendo el regreso entre preciosos encinares que se ven desbrozados por las piaras de cerdos oscuros que allí habitan. En una de las dehesas un grupo de buitres leonados comparten pocilga con los puercos rebuscando su alimento.

En mi regreso llego hasta el despoblado de Escargamaría. Las dehesas se van tornando de nuevo en pinares y los cultivos son más variados, se incorpora el vibrante verdor de la vid y un inmenso campo de almendros me sugiere que conviene acercarse por aquí en febrero cuando revienten sus flores.

Atardecer en El Carpio
Llegando a Carpio de atardecer por la Cañada Real Burgalesa

Y así, por la cañada de Valdemoro, llego hasta el gran Lavajo de las Lavanderas, que hemos conocido en mejores tiempos aunque, para ser justos, también en peores; está seco pero al menos cuenta ya con una estación depuradora.

Con el sol ya cayendo llego de nuevo a Carpio (¿El Carpio? ¿Carpio del Campo?) justo a tiempo de visitar su pulcra iglesia de Santiago Apóstol aprovechando que, para variar, se celebra un bautizo.

Al final 65 km de paseo… y vaya, se notan. Aquí os dejo el track de wikiloc

Labajo de las Lavanderas, El Carpio
Una cigüeñuela rebusca en el Lavajo de las Lavanderas… en mejores momentos

 

Y más cosas sobre el Trabancos:

El Molino del Anís, último del Trabancos. ¿Quién heredó sus aguas?

El finado Trabancos: su vieja e inútil desembocadura

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